Miro los blogs de mis amigos y me espolean para seguir dándole contenido a nuestro rinconcito de "intelné". Coincide, además, que mi querido tio Pedro estuvo hace 15 días detrás de los machos monteses con unos amigos y me viene al pelo transcribir aquí el relato de un fin de semana muy especial para él:
El fin de semana del 18 al 20 de marzo, me desplacé a Las Cuevas del Cañart (Teruel), un pequeño pero precioso pueblo medieval situado en el corazón del Maestrazgo, para recechar un macho montes al que mi amigo Jacinto Ortiz me había invitado.
El día 19, salimos por la mañana con un día ventoso y nos proporcionó pocas oportunidades. Proseguimos durante la tarde el rececho no obteniendo mejores resultados que por la mañana.
El día 20 por la mañana, comenzamos el rececho con nuevos ánimos y un día más favorable, de hecho empezamos a ver un movimiento considerable de cabras. En un momento determinado, yendo por el carril en el coche observamos a nuestra derecha en una planicie, un buen rebaño de cabras donde la mayoría eran machos y algunos muy buenos. Al vernos se pusieron nerviosos y empezaron a desplazarse en dirección opuesta a nosotros. Con intención de sorprenderles, dimos una gran vuelta y efectivamente allí estaban en la parte baja del barranco. Estando escudriñando la zona, vimos en una arboleda situada a la izquierda de nosotros y bien largo un macho acostado, que merecía hacerle una entrada. Jacinto optó por posponer la entrada a ese gran macho para propiciar la entrada mía a uno de los que estaban en la parte baja del barranco. Con esa intención, Antón (el guarda) yo nos desplazamos para cortarles la salida, haciendo una entrada que resultó fallida pues al asomarnos al puntal, éstas ya habían desaparecido. Cansado por el enjuague recibido por Antón y frustrado por la desaparición de la cabras, volvimos al lugar donde estaban los compañeros.
Proseguimos el rececho y de pronto comienza el espectáculo:
Antón canta las reses en la parte alta de una ladera muy larga y muy pronunciada, prismáticos en ristre las vemos, tres responden a la edad que estamos buscando, distancia unos 250 m y subiendo, apoyo el rifle en el trípode, espero que se pare y se atraviese, meto la cruz en el codillo, levanto algo menos de un palmo y “tacatum”, ni yo ni nadie ve nada, y vuelvo a disparar sin ningún resultado.
Desaparecen las cabras por todo lo alto y Antón comenta, vamos a hacerle una entrada al macho grande que hemos visto acostado y luego volveremos a rastrear el macho tirado, pues iban cuatro y solo han salido tres.
Seguimos con el rececho y de nuevo la expresión “los machos” y vuelve a organizarse la de Dios, nerviosismo, subidón y todo lo demás. Con dificultad de identificación le hago dos disparos a un macho que reunía condiciones, este hace un extraño que nos obligó a rastrearlo al final de la jornada, sin éxito.
Es entonces cuando se plantea rastrear el primer macho que tiré, así que Juan Luis y Antón se ponen en marcha, pues yo no podía acometer esa empresa. Pasado el tiempo recibe Jacinto una llamada al móvil y me comenta que vamos a recoger con el coche a los que habían ido a rastrear el macho, sin más explicaciones.
Llegamos al lugar donde hice los disparos y ya estaban casi en la parte baja del barranco Juan Luis y Antón y en ese momento veo el macho dos metros delante de ellos, con la cabeza oculta tras un matorral.
La emoción me desbordó y me dirigí a ellos con una manifestación de cariño y reconocimiento por el esfuerzo realizado. Les ayudamos a subir el macho al carril y se procedió a las felicitaciones, abrazos y fotografías de rigor.
De esta forma se acabo esta experiencia única donde lo practicado es caza en su mas autentica dimensión.
Mi reconocimiento más profundo a mis acompañantes.
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